A diario sólo me escriben
los bancos. Alguna otra casa comercial también se suele despistar. El buzón se
llena con sus sobres blancos, su logotipo y palabras extrañas que no logro
comprender: cecé, extracto de cuenta, recibo domiciliado, transferencia, saldo,
debe, haber…
Es usted un cliente afortunado.
Cada inicio de mes, y en
ocasiones hasta su conclusión, aparecen las ofertas comerciales, los muebles de
ensueño, los viajes a Portugal para comprar mantas, sábanas nuevas y café.
Amontono toda esa correspondencia
con la esperanza de responderla un día, en encontrar un diccionario que me
permita descifrarla.