jueves, 9 de diciembre de 2010

Premio Nobel sin cablegate

Lo que sucede con la entrega del premio Nobel de la Paz a Liu Xiabo demuestra que no hacen falta filtraciones de secretos oficiales para que el común de los mortales veamos, una vez más, como la desfachatez, cinismo y miseria que se dan la mano en el mundo de la política internacional. No sólo en la nacional.
China alude a numerosos países que apoyan su boicot como ejemplo del rechazo. Si a cada estado le damos un voto, posiblemente sean mayoría, lo que demuestra que la democracia es un bien escaso y que los afortunados que disfrutamos de ella deberíamos preocuparnos en mimarlas al máximo.
Entre los países que China cita como apoyo vemos a lo más florido de las libertades y derechos humanos: Sudán, Rusia, Venezuela, Marruecos y, menuda sorpresa Afganistán. Y digo sorpresa porque Afganistán poco menos que debe su futuro a las democracias occidentales, aunque debe ser el dinero chino lo que mueve al alcalde de Kabul, como llaman al presidente del país, a opinar de esa manera.
Y, para contrarrestar la opinión pública internacional, China crea el premio Confucio de la Paz, con uno de sus gestores preguntándose qué dirá la historia de Lius Xiabo dentro de quinientos años. No sé ustedes, pero a mí me suena a eso de Fidel Castro y la historia me absolverá. Dios los cría y ellos se juntan. No falla.

Las mentiras del mercado

De todas las mentiras con las que nos bombardea el mercado, ese ser misterioso y desconocido culpable de todos nuestros males, unas de mis preferidas son las ofertas de descuentos para cambiar de compañía. 
No sé vuestro caso, pero en mi barrio, en las últimas semanas, entre cambio y cambio de pañal, nos ofrecen todo tipo de promociones para cambiar de compañía de suministro de electricidad y gas. Una de las últimas me aseguraba un 30% de descuento durante un año en la tarifa básica del gas y un 10% en la luz, aunque supongo que querrían decir electricidad. Y los comerciales lo decían con tanta convicción que parecía que pagaban ellos el descuento.
Así que cogí los papeles. En la letra pequeña encontré un pero. El descuento se hacía previo contrato de unos servicios de mantenimiento que también ofrece mi compañía, pero que no he contratado. El caso es que esos servicios en mi compañía tienen un coste de 5,46 euros al mes, mientras que la oferta de descuento de vértigo me cobra por algo parecido 9,92 al mes, en ambos casos sin IVA. Pero claro, si contrato ese servicio a la empresa que actualmente me suministra, ésta me ofrece un descuento en el precio de la factura. Así que vuelvo a tirar de calculadora cuando llego a las cifras finales, IVA incluido: por lo que actualmente pagaría 101,31 euros, la oferta del 30% de descuento me saldría por 112,73 euros.
Aunque, es cierto, que los 101,31 euros, IVA incluido, no es la cifra real, ya que debo aplicar un descuento de 6,30 euros por uno de esos programas de fidelización que, en la web de la nueva compañía, no encuentro por ninguna parte. 
Seguramente que el mercado dirá que es culpa mía, que la calculadora es una comunista recalcitrante o llamará a mi abogado para amenazarle con un proceso judicial.

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