Es el nuevo juego del otoño-invierno inventado por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: vamos a pagar más impuestos. Comenzando por el que esto escribe, no conozco a nadie que le guste pagar impuestos. Es más, no conozco a nadie que le gusta pagar el teléfono móvil, el periódico, la gasolina o el pan. Pero lo pagamos porque, de lo contrario, no podemos utilizar esos servicios o adquirir esos productos. Algo básico en un sistema capitalista como el nuestro.
Ahora bien, con el caso del Estado es diferente. Porque si una panadería nos parece cara, podemos ir a otra. Y si no queremos gastar en gasolina, utilizamos el transporte público, vamos caminando o no compramos coche, que es la forma más sencilla de ahorrar en combustible. Pero con el Estado no. O pagamos o vamos a la cárcel o las inspecciones. Consciente de ese monopolio abusivo, el propio Zapatero dice que pedirá a los españoles... ¡Mandril! No pides, ordenas y nosotros pagamos.
Por eso, la canción no es vamos a pagar más impuestos, sino en qué vamos a gastar ese dinero. Y, ahí, el gobierno no entra o no quiere entrar. Porque a uno no le importa pagar para algunas cosas, desde mejorar la seguridad de nuestras tropas en Afganistán a tener un servicio público de salud, facilitar becas o financiar exposiciones. Pero otros gastos son más cuestionables, desde las vacaciones del presidente en Lanzarote al pago de ayudas suplementarias a parados incluso contenidos del Plan E, que no han aportado nada sustancial a la economía salvo gasto y deuda pública.
