Así, de forma discreta, se ha ido a la Casa del Padre Julián Ron, el párroco de La Magdalena y que también fue profesor en el Colegio San Fernando. Allí tuve la suerte de conocerle, recibir sus clases y, posteriormente, seguir tratando con él. Su mejor enseñanza fue la de afrontar la vida cara a cara, con el bien y tratando de no herir a nadie. De Julián Ron siempre recordaremos su amabilidad y bondad, la sencillez y cercanía. Era, en el mejor sentido del término, un cura de pueblo; orgulloso de su Fe y de su gente.
Era un gran conversador. Y tenía muchas anécdotas. Ahora mismo recuerdo una que nos contó en una Arrozada en Miranda. Al salir de oficiar una boda, una de las asistentes se le acercó y le dijo que se notaba que había dormido debajo de muchas camas de matrimonio.
-No, señora, le aseguro que nunca, ¿por qué me lo dice?
-En la homilía, al hablar de la necesidad del amor en el matrimonio para superar esos desiertos de amor que hay, se nota que usted ha tenido que dormir debajo de muchas camas de matrimonio.
-Pues no, señora, pues no.
Y habrá muchas más con el humor que caracterizó a Julián Ron.
Ya está con el Señor.
Era un gran conversador. Y tenía muchas anécdotas. Ahora mismo recuerdo una que nos contó en una Arrozada en Miranda. Al salir de oficiar una boda, una de las asistentes se le acercó y le dijo que se notaba que había dormido debajo de muchas camas de matrimonio.
-No, señora, le aseguro que nunca, ¿por qué me lo dice?
-En la homilía, al hablar de la necesidad del amor en el matrimonio para superar esos desiertos de amor que hay, se nota que usted ha tenido que dormir debajo de muchas camas de matrimonio.
-Pues no, señora, pues no.
Y habrá muchas más con el humor que caracterizó a Julián Ron.
Ya está con el Señor.