sábado, 26 de abril de 2008

Los insistentes anticuerpos gijoneses

Los anticuerpos gijoneses retoman su ataque. Después de su fallida invasión, uno pensaba que viviría tranquilo durante una temporada. Casi todo lo gijonés me es ajeno y sigo disfrutando con las derrotas del Sporting, que es algo así como un delito de lesa traición. Sin embargo, hace unos días sufrí una infección terrible de la que aún me repongo. Sucedió en la calle de Bertolt Brecht por donde paso a diario camino del paraíso, es decir, de Avilés. Por allí iba cuando, a las 11.15, mi coche se comió un bache. Uno de esos socavones imposibles de evitar y donde te dejas un amortiguador y parte del otro; en suma, una trampa mortal. Me puse a pensar en rutas alternativas porque, en Avilés, un cráter de esas dimensiones puede tardar en arreglarse varios meses. Incluso aprovecharse para iniciar la construcción de una piscina. El hecho cierto es que me olvide de ese cañón del Colorado hasta que a las 16.35 de ese mismo día volví a pasar por ahí. Ya no estaba. Lo habían tapado. Incluso aparqué el coche y me acerque, como si fuese Tomás, a comprobar que era cierto, que no ya no existía, que no había socavón, que la Asociación Social Independiente de Gijón (ASIG) no puede alertar sobre baldosas rotas porque, antes de denunciar, ya se arreglaron. Entonces, en ese momento, sentí un cosquilleo y dije, tal vez no esté tan mal esto de vivir en Gijón y ser un avilesino en el barrio de Gijón, como los que viven en Versalles o El Quirinal. -¿Es grave, doctor?

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