Este apunte es la crónica de una decepción,. Hace unos días, publiqué mi opinión sobre el aborto que, por cierto, ya había divulgado en ocasiones anteriores en el
Archipiélago. Se generó un debate intenso y, entre los participantes, apareció
Nubes negras con una lacónica frase:
Ya no te adjunto.
Nubes negras es una de las bitácoras que aparece entre las que sigo habitualmente y, a a partir de ese momento, del momento en que me
desadjuntaron. No sé que significa ese desadjuntar, supono que mi nombre no figurará en la lista de bitácoras que sigue
Ana Concejo, autora de
Nubes Negras. Y es que no se puede entrar en esa casa, no sé si es porque no renovó el dominio, como comenta Tío Google o por discrepante.
Cada uno es muy libre de abrir su espacio a quien quiera y, de hecho, uno participa en una bitácora cerrada, en la que sólo nos citamos un número concreto de personas porque así lo consideramos desde el principio. No se trata de ese juego, un tanto infantil, de retirar la pelota porque no me gustan tus opiniones. Suena un poco a represión
estalinista, como cuando en las fotografías desparecían los disidentes hasta rodearse tan sólo de los palmeros.
Igual es lo que le gusta a
Ana Concejo. Una democracia en la que sólo estén los que piensen como ella. Creo que fue
Jean Renoir el que afirmó que el precio de la
independencia pasa por la soledad. Y, aunque uno no está solo, pues aquí, en la habitación mientras escribo, veo mi crucifijo, un icono con la Virgen presidiendo Pentecostés,
Costilla hace sus cosas en el ordenador y Tila ronca mientras espera el turno para
bloguear, compruebo el significado de esa frase.
Y por independencia y por demócrata mantendré la bitácora de Ana Concejo entre las que sigo, aunque no me dejen leerla, al igual que otros, y otras, cuyas ideas no comparto. Porque a mí no me da miedo la discrepancia, sí el fanatismo y la intolerancia.
Tal vez, por esa razón mi cielo esté despejado y no vea nubes negras.